Luna oculta a Sol

En esta ocasión no voy a tratar la ciencia de este fenómeno tan sorprendente sino que me centraré en la belleza que encierra tratando de explicarla desde un punto de vista científico. Para ello me voy a basar en los conceptos que el escritor científico Jorge Wagensberg establece sobre la misma.

Dentro de la definición de belleza que establece el profesor Wagensberg destacan dos premisas que cumplen la gran mayoría de los fenómenos astronómicos: la armonía en el espacio y el ritmo en el tiempo. Podemos pensar en los innumerables sucesos astronómicos y llegaremos a la conclusión de que extendiéndonos en el espacio y a lo largo de la edad del Universo se dan estos dos preceptos indispensables, pero que no son los únicos.

La comprensión de los fenómenos nos lleva a un grado de satisfacción supremo, ya que penetramos en la belleza interna de todo cuanto nos ofrece el Cosmos. Esto explica la innata curiosidad y el afán del hombre por conocer y comprender cuanto la naturaleza nos esconde.

Centrándonos en los eclipses de Sol, cuya belleza cumple las premisas anteriores, podemos decir que aparece un nuevo condicionante: la ruptura de las normas que rigen el ritmo del tiempo y la armonía del espacio. La oscuridad en pleno día entraña una belleza singular  por su rareza.

Su imprevisibilidad en tiempos pasados dotaba a este fenómeno de la magia de lo inexplicable, haciendo que la falta de comprensión hiciera a los espectadores temerosos ante este suceso tan extraño. Hoy día y gracias al conocimiento científico este fenómeno es totalmente predecible y por tanto pierde esa aleatoriedad que mostraba en tiempos pasados. La búsqueda de respuestas al qué, al cómo, al cuándo y al porqué empujó al hombre a avanzar en el conocimiento y a dejar atrás supersticiones y temores.

La simetría es otra característica que aporta otro grado de belleza al fenómeno. Pensemos en la secuencia del mismo y la coincidencia de tamaños entre los dos astros vistos desde nuestro planeta. En el transcurso del tiempo la ocultación se va desarrollando con absoluta precisión geométrica, sólo el contorno irregular de la Luna nos deja ver esa maravilla a la que llamamos Perlas de Baily. Esta “imperfección” nos muestra otro grado de belleza inesperado de estética insuperable, volvemos a sorprendernos y dada la comprensión de lo visto volvemos a gozar del espectáculo de la luz que se escapa entre los resquicios del contorno irregular de nuestro satélite.

En el momento del eclipse no sólo influyen los aspectos astronómicos. Fenómenos climatológicos y circunstancias personales deben ser favorables para que el momento sea pleno y pase a nuestra experiencia como algo a recordar el resto de la vida, un momento único de belleza suprema.

No todo acaba en el instante vivido, hoy día podemos plasmar el espectáculo con una tecnología fotográfica al alcance de cualquiera. Esto hace posible alargar el bello momento y también disfrutar de lo captado en las fotografías. Un disfrutar más pausado que la vivencia pero no menos satisfactorio. Muchas fotos son obras de arte que no sólo satisfacen al creador sino que hacen compartir el gozo a cuantos las contemplen y hacerles partícipes de la experiencia. Como dice el profesor Wagensberg, es una necesidad de nuestra mente, gozar gracias a la belleza comprendida.

La variedad de matices que encontramos en las miles de fotografías captadas por los diferentes autores nos da otro grado de satisfacción. No hay dos eclipses iguales, las condiciones cambiantes y la mirada de cada autor nos libran de la rutina.

No podemos predecir qué pasará en el próximo eclipse aquí en nuestro mundo terrenal. Esta incertidumbre hace que deseemos su llegada con expectación y queramos vivirlo en directo, aunque sea sólo por su belleza. Allí nos veremos.

En recuerdo a Antonio del Toro, cuyo disfrute era contagioso cada vez que miraba los cielos.

Rafael Enríquez.

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