Observación Astronómica Homenaje Antonio del Toro

Hola Jesús yo te contesto que soy el que me pierdo luego para llegar.las coordenadas de google para llegar hasta el restaurante cuevas bajas son estas.

https://www.google.es/maps/place/37%C2%B050’24.2%22N+4%C2%B057’16.1%22W/@37.840047,-4.9566707,961m/data=!3m2!1e3!4b1!4m5!3m4!1s0x0:0x0!8m2!3d37.840047!4d-4.954482

Y ahora te paso el enlace mas cercano a casa de Paco.

https://www.google.es/maps/dir//37.8627148,-4.9550314/@37.8627487,-4.955761,1921m/data=!3m1!1e3

Perfectas tus explicaciones y muy bien ilustradas con esas fotos.
Habría que guardarlas junto con las de otras zonas, en un apartado especial que podría titularse LUGARES DE QUEDADAS, para que puedan llegar a ellas los que desconozcan los sitios.
Gracias Miguel Angel.

Jesús, estas son : 37.86288, -4.956732

Para otra ocasión ponemos cartelitos desde el bar cuevas bajas que indiquen, casa de Antonio, como cuando se celebra un cumpleaños o comunión en una casa de campo para que los invitados no se pierdan :roflmao:

Miguel seguro que si , tenemos que encontrar algo para que lleve sus iniciales o lo que a el le gustara

El mejor homenaje es el que cada uno siente
Todo lo que hagamos para homenajear y recordar a nuestro maestro “descalzo” Antonio nos parecerá siempre poco. Por eso era difícil formalizar este encuentro del pasado día 3 de junio.
Habían transcurrido ya unos cinco meses desde que se nos fue. Había luchado desde el principio con todas sus fuerzas contra una implacable y cruel enfermedad. Fueron meses, primero de sorpresa y esperanza, y luego de inmenso dolor y de impotencia, en los que él mismo buscó remedios alternativos a la quimio para seguir viviendo. Pero no pudo ser… y finalmente aceptó su destino y lo dispuso todo para su último viaje.
Durante tantos días, en su casa y luego en la de su madre, nunca estuvo solo. Las manos de los suyos y las nuestras estaban siempre apretadas entre las suyas, tan grandes y nobles… y su cara y su cabellera recibían el tacto reconfortante de mil caricias… algunas, con un mágico poder que le hacía sonreír cerrando los ojos con un dulce placer infantil. Recibió tantos abrazos… tantos besos… tanto cariño!
Perdonad, no tengo espacio ni tiempo para contar tantísimos sentimientos, tanto dolor y tanto amor.
El día del funeral escuchamos con emoción las bellísimas palabras que una de sus hermanas había escrito en un papel y que nos daban luz sobre aspectos desconocidos de la extraordinaria personalidad de Antonio y de su vida.
Algún día después acompañé a su hermano para llevarlo a su Media Luna. Viajó entre mis brazos, o mejor dicho… en los brazos de todos… así lo sentí yo. Al llegar, sus perrillos ya no estaban para recibirnos y aquella tarde de invierno nos cayó la noche dentro de su casa, en su mesa camilla, Rosa, Carlos, Paco, yo… con él. Cómo expresar las sensaciones… cómo irse sin su abrazo… cómo dejarlo solo en aquel frío. Al salir miré incrédulo hacia atrás pero no lo vi.
En su entierro varios compañeros y amigos mostraron espontáneamente lo que sentían y cómo lo sentían. Entre muchas lágrimas noté, en aquel silencio contenido, como si todos y cada uno de los presentes estuviesen hablando con esas mismas palabras, en una sola voz. Finalmente pétalos de flores cubrieron de estrellas su cielo en ese momento soleado. Me sentí aliviado.
Decidimos una quedada y mejor allí, con él.
El viernes estábamos muchos en su casa. Creo que más de uno tenía aún ganas de “sacar” algo más de su alma, pero no lo hizo, no hubo ocasión y quizás ni siquiera fue necesario. Para mí era noche de cielo y estrellas… era una quedada en honor de Antonio. Montamos con dificultad entre los altos barbechos los únicos tres telescopios que subieron, Juanma (dos) y Jesús (uno), y miramos lo que las turbulencias de la atmósfera de esa noche nos permitieron ver. Lo vi claro, Antonio estaba allí, como siempre había hecho, entregado a su pasión, junto a la gente que gustaba de escucharlo y a los no iniciados que tenían deseos de aprender, que también había algunos. No pude dejar la zona. Él cargaba siempre generosamente con el peso de los telescopios… nos enseñaba pausadamente señalando con su laser los astros, orientaba y enfocaba… nos transmitía de manera natural su gran ilusión, la que lo elevaba desde el duro suelo de la Tierra hasta los fantásticos abismos siderales.
Traté de seguir sus pasos.
Yo llevaba un papelillo, mal escrito, que no leí sino a última hora en la despedida de los últimos amigos.
Hasta pronto… hasta siempre… querido Antonio del Toro, querido Panoramix, querido maestro “descalzo”.
Y desde aquí un abrazo y todo mi afecto a su madre.